y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Señor y Dador de vida

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 45

Lo primero que descubrimos del Espíritu Santo es que nunca deja las cosas como están.

Marca siempre una diferencia. Un antes y un después. Un nuevo comienzo.

Tal vez por eso no sea casualidad que en la Biblia se le suele mencionar en los inicios.

Al inicio del Antiguo Testamento se nos habla de Él, presente “en el principio”, en la creación del mundo, cuando “la tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo”, Él “aleteaba por encima de las aguas (ver Gen 1, 2).

Al inicio del Nuevo Testamento, en los dos Evangelios que contienen las narraciones de la infancia de Jesús, se anuncia que fecundó el vientre virginal de María, para engendrar a Jesús, Hijo de Dios Padre (ver Mt 1,18; Lc 1,35).

Al inicio del ministerio público de Jesús, el Espíritu Santo lo lanzó al desierto, a pasar cuarenta días y cuarenta noches en oración y ayuno (ver Mc 1,12), y luego cuando Jesús fue bautizado, bajó sobre Él en forma de paloma (ver Mt 3,16).

Al inicio de Su predicación, Jesús eligió proclamar el texto de Isaías que dice: “el Espíritu de Dios está sobre mí...” (Lc 4, 17-18s).

Al inicio de la Iglesia, se dejó sentir como viento huracanado y descendió sobre María y los Apóstoles en forma de lenguas de fuego (ver Hch 2, 1-4).

Definitivamente hay un ‘antes’ y un ‘después’ de las acciones del Espíritu Santo en la historia.

Y Sus intervenciones pueden ser tan llamativas como hacer que de pronto profeticen simultáneamente setenta ancianos (ver Num 11, 25), o tan discretas que pueden pasar casi desapercibidas (es el ‘Autor intelectual’ de la ¡toda Biblia!, inspiró a lo largo de diez siglos y en los más diversos lugares a todos los que la escribieron, y además se encargó de que todos los escritos tuvieran entre sí perfecta coherencia y armonía, mas no verás Su nombre en la portada, dejó a otros autores llevarse el crédito...), pero eso sí, siempre son poderosas, luminosas, transforman la existencia de quienes lo reciben, no la dejan igual.

En el Credo llamamos al Espíritu Santo “Señor y dador de vida”.

Llamarle ‘Señor’, que significa Dueño, Amo, es reconocerle Su divinidad, porque sólo Dios es el Señor (ver Mt 22,37).

¿Qué significa que sea “dador de vida”?

Que así como en la historia, también en nuestra vida marca la diferencia, y es una ¡gran diferencia!, nada menos que entre la muerte y la vida.

Para comprenderlo consideremos lo siguiente: desde el punto de vista de la fe, ¿qué es vivir?

No sólo es estar, existir. Es, sobre todo, emplear la existencia para gloria de Dios, bien de los demás, y la propia santificación.

El problema es que, como dice san Pablo, por el pecado, entró la muerte en el mundo (ver Rom 5,12).

Vivimos en un mundo de pecado; anida en nuestro interior una tendencia hacia la muerte, hacia el mal, de la cual sólo Dios puede rescatarnos.

Y nos rescata.

Nos envía al Espíritu Santo.

Cuando ante nuestra mirada se plantea la disyuntiva de elegir entre lo que nos conduce a la vida (amor, bondad, perdón, verdad, justicia, paz) o lo que nos lleva a la muerte (odio, maldad, rencor, mentira, injusticia, violencia), Él nos ayuda a optar por el camino de la vida.

El Espíritu Santo nos da la vida no sólo en un sentido físico, sino espiritual.

Lo recibimos en el Bautismo, que nos hace nacer a la vida como hijos de Dios.

Lo recibimos en la Confirmación, que nos capacita para edificar y dar a conocer el Reino de Dios.

Gracias a Él, que transforma el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, recibimos la Eucaristía, Alimento para la vida eterna. Está presente en todos los Sacramentos.

Gracias al Espíritu Santo, dador de vida, nos abrimos a la vida de la gracia divina, podemos dejar morir al viejo yo, egoísta, sumido en la tiniebla, y liberarnos del pecado y de la muerte (ver Rom 8, 1-13).

Para profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica, #717-736;

(Continuará... ‘El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: 'Que procede del Padre y del Hijo'

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿De qué manera el Espíritu Santo te da vida?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Por qué llamamos al Espíritu Santo “dador de vida”?

Respuesta del Catecismo:

Porque “El Espíritu Santo ‘ha sido enviado a nuestros corazones’ (Ga 4,6), a fin de que recibamos la nueva vida de hijos de Dios.”

(Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica # 136).

Lo dijo el Papa:

El “Espíritu Santo es el manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros.

El hombre de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que madure y crezca hasta su plenitud.

El hombre es como un peregrino que, atravesando los desiertos de la vida, tiene sed de un agua viva fluyente y fresca, capaz de saciar en profundidad su deseo profundo de luz, amor, belleza y paz.

Todos sentimos este deseo.

Y Jesús nos dona esta agua viva: esa agua es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús derrama en nuestros corazones. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante», nos dice Jesús (Jn 10, 10).”

(Papa Francisco, Audiencia General, 8 de mayo 2013).

*Publicado el domingo 6 de octubre de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.867, p.4. También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mxhttp://www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx) Conoce los libros de esta autora, sus cursos gratuitos de Biblia, y su ingenioso juego de mesa Cambalacho, aquí en www.ediciones72.com