y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Subió al cielo

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 39

Tal vez lo malinterpretamos como referencia de lejanía.

Recordamos que de niños soltamos un globo que subió alejándose, achicándose, hasta perderse de nuestra vista para siempre.

O viajamos en avión, y al despegar vimos que casas, coches y gentes se volvieron puntitos y desaparecieron.

Así que cuando en el Credo decimos que Jesucristo “subió al cielo”, quizá pensamos que se fue tan alto y tan lejos que ni nos ve ni nos oye.

Pero no hay que entenderlo así, sino tener en cuenta cinco aspectos:

  1. El cielo está muy por encima de nosotros, es inabarcable. También Dios. Por ello se les relaciona (ver Is 55, 8-9), y se dice que Dios habita en el cielo (ver Sal 11,4; 115, 3.16; 123,1).
    Pero no hay que tomarlo al pie de la letra (como ese astronauta ruso que declaró haber perdido la fe porque esperaba ver a Dios en la estratósfera y no lo vio). El cielo no es un lugar físico, sino representa el ámbito de lo divino, una dimensión infinitamente superior a la nuestra.
    Decir que Jesucristo “subió al cielo” expresa que siendo Hombre es también Dios.
    Por eso cuando resucitó, dijo que subiría hacia Su Padre (ver Jn 20, 17), y luego, en la Ascensión, dejó que Sus Apóstoles lo vieran elevarse al cielo (ver Lc 24, 51; Hch 1,9).
     
  2. “La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celeste de Dios de donde ha de volver (ver Hch 1, 11)...” (CIC 665).
    Cristo anunció que iría a prepararnos un lugar (ver Jn 14,2).
    Decir que “subió al cielo” no implica que se marchó para alejarse y desentenderse de nosotros, sino que se adelantó, y nos está esperando.
    Dice san Pablo que formamos un solo cuerpo en Cristo (ver Rom 12, 5), así que donde vaya Él, nuestra cabeza, debemos ir nosotros.
     
  3. Decir que Jesús ‘subió al cielo’ nos consuela, al considerar que así como dondequiera que vamos está sobre nosotros el cielo, también dondequiera que vamos está sobre nosotros la mirada amorosa de Aquel que habita en el cielo (ver Sal 139, 7-8).
    Jamás nos pierde de vista, y no porque quiera tenernos ‘checaditos’ a ver si nos portamos mal, sino porque está atento a lo que necesitamos, para ayudarnos, librarnos de incontables peligros y problemas o darnos Su gracia para superarlos (ver Sal 18, 7-20).
    Dice el Papa Francisco: “Jesús es el único y eterno Sacerdote que, con Su Pasión, atravesó la muerte y el sepulcro y resucitó y ascendió al Cielo; está junto a Dios Padre, donde intercede para siempre en nuestro favor (ver Hb 9, 24).”
    Creemos conocer el cielo, pero es realmente impredecible.
    Los meteorólogos suelen hacer sonreír a Dios: dicen muy seguros: ‘mañana lloverá’, y hace sol; ‘hará calor’, y graniza; predicen la ruta de un huracán y se va por otro lado.
    Cuando decimos que Jesús subió al cielo, tenemos presente que así como no podemos estar seguros de cómo estará el cielo y por ello hay que mirarlo para ver si dejamos el sweater o llevamos el paraguas, también hemos de elevar constantemente la mirada hacia Aquel que está en el cielo, para saber qué espera de nosotros.
    Nunca pensemos que ya lo conocemos y no tiene nada nuevo que decirnos, darnos o pedirnos.
     
  4. Así como no cuestionamos lo que sucede en el cielo (¿por qué llovió?, ¿por qué no llovió?’), tampoco hemos de cuestionar lo que Aquel que está en el cielo permite que suceda.
     
  5. Debemos confiar en que a diferencia de nosotros, que vivimos limitados por el tiempo y el espacio, y no sabemos qué sucederá, ya no digamos mañana o dentro de un año, ni siquiera dentro de un minuto, Él sí lo sabe, porque está, como el cielo, muy por encima de nosotros, y como nos ama, permite sólo lo que nos conviene, y aunque de momento no podamos comprenderlo, podemos tener la certeza de que interviene en todo para nuestro bien (ver Rom 8, 28).

Para profundizar en este tema, leer el Catecismo de la Iglesia Católica, #659-662; 665-667;

(Continuará... ‘El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: 'Y está sentado a la derecha del Padre'

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿Qué significa para ti que Jesucristo haya subido al cielo?

 

Pregunta del Catecismo:

¿En qué nos beneficia que Jesús Resucitado haya ‘subido al cielo’?

Respuesta del Catecismo:

En que nos invita a seguirlo y desde ahí intercede por nosotros.

“Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con Él eternamente”. (CIC 666).

“Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo”. (CIC 667).

Lo dijo el Papa:

“La Ascensión de Jesús al Cielo nos hace conocer esta realidad tan consoladora para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad ha sido llevada junto a Dios; Él nos abrió el camino; Él es como un jefe de cordada cuando se escala una montaña, que ha llegado a la cima y nos atrae hacia Sí conduciéndonos a Dios.

Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar por Él, estamos ciertos de hallarnos en manos seguras, en manos de nuestro Salvador...”

(Papa Francisco, Audiencia General, 17 abril 2013).

*Publicado el domingo 25 de agosto de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.861, p.4. 
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
Conoce los libros de esta autora, sus cursos gratuitos de Biblia, y su ingenioso juego de mesa Cambalacho, aquí en www.ediciones72.com