y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Fue sepultado

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 35

‘El miedo a la oscuridad es cosa de niños’.

Solemos decir eso porque pensamos que tenemos domesticada la oscuridad.

La provocamos cuando queremos, por ejemplo, para dormir (previa comprobación de que no está el monstruo que según algunos niños vive escondido debajo de la cama), y si queremos que vuelva (la luz, no el monstruo), basta un clic al apagador, o encender un cerillo, linterna, o celular.

Pero en el fondo tenemos que reconocer que el temor a la oscuridad no es cosa de niños.

Si nos viéramos de pronto encerrados en una negrura total, en la cual no pudiéramos distinguir nada de nada; si nos encontráramos involuntariamente sumidos en un tiniebla absoluta, de la cual no supiéramos cuándo o si acaso vamos a salir, sí que nos daría miedo, más aún, terror.

Es que sabemos que sin luz no sobreviviríamos.

No en balde en la Biblia se relaciona la oscuridad con la muerte (ver por ej: Mt 4,16; Lc 1,79).

Ese concepto era palpable en tiempos de Jesús, porque la gente enterraba a sus difuntos en oscuras cuevas excavadas en roca, dejándolos envueltos en total tiniebla.

Brutal recordatorio de que ya no pertenecían al mundo de los vivos.

Así sucedió con Jesús.

Los Evangelios no sólo narran cómo murió (ver Mt 27, 50;Mc 15, 37; Lc 23, 44-46; Jn 19,30-34;), también Su sepultura (ve Mt 27, 57-61; Mc 15, 42-47; Lc 23, 50-55; Jn 19, 38-42).

El Credo dice que Jesús “fue sepultado”, y nos estremece comprender que Jesús penetró hasta el fondo de la más devastadora, temible, negra realidad humana, la que hacía perder la esperanza; final sin final.

¿Por qué lo hizo? San Máximo Confesor, abad, plantea que como Cristo es la Vida, se dejó tragar por la muerte para sembrar en ella un germen vital que la destruyera desde dentro.

Como quien dice, la muerte se ‘indigestó’ por engullir al Autor de la vida, se envenenó, fue destruida.

Por eso Jesús aceptó morir y ser dejado en un sepulcro, porque no pensaba quedarse allí.

Si entró al sepulcro no fue para que contemos con el consuelo de Su compañía en esa temible oscuridad, sino para abrirle una puerta, para ayudarnos a encontrar la salida.

Nota:

Cabe mencionar que el ‘Credo de los Apóstoles’, luego de proclamar que Jesús fue sepultado, afirma que “descendió a los infiernos”. ¿Qué significa eso?

“Quiere decir que Dios, hecho hombre, llegó hasta el punto de entrar en la soledad máxima y absoluta del hombre, a donde no llega ningún rayo de amor, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: «los infiernos».

Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó la puerta de esta soledad última para guiarnos también a nosotros a atravesarla con Él.

Todos hemos experimentado alguna vez una sensación espantosa de abandono, y lo que más miedo nos da de la muerte es precisamente esto, como de niños tenemos miedo a estar solos en la oscuridad y sólo la presencia de una persona que nos ama nos puede tranquilizar.

Esto es precisamente lo que sucedió en el Sábado Santo: en el reino de la muerte resonó la voz de Dios.

Sucedió lo impensable: es decir, el Amor penetró «en los infiernos»; incluso en la oscuridad máxima de la soledad humana más absoluta podemos escuchar una voz que nos llama y encontrar una mano que nos toma y nos saca afuera.

El ser humano vive por el hecho de que es amado y puede amar; y si el amor ha penetrado incluso en el espacio de la muerte, entonces hasta allí ha llegado la vida.

En la hora de la máxima soledad nunca estaremos solos...” (Benedicto XVI, meditación pronunciada el 1 de mayo de 2010).

(Continuará... 'El Credo desglosado en el Año de la fe')

La próxima semana: ‘Y resucitó’

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿Qué significa para ti saber que Cristo murió y fue sepultado?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Qué eran ‘los infiernos’ a los que Jesús descendió según el Credo de los Apóstoles?

Respuesta del Catecismo:

“Los ‘infiernos’ -distintos del ‘infierno’ de la condenación- constituían el estado de todos aquellos, justos e injustos, que habían muerto antes de Cristo...

Después de haber vencido, mediante Su propia muerte, a la muerte y al diablo ‘que tenía el poder de la muerte’ (Hb 2,14), Jesús liberó a los justos, que esperaban al Redentor y les abrió las puertas del Cielo.”

(Compendio de la Iglesia Católica # 125).

Lo dijo el Papa:

“Experimentamos la «solidaridad de Dios» con el hombre, una solidaridad que jamás se agota, una solidaridad que no acaba de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz, se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo y la muerte.” (Papa Francisco, homilía pronunciada el 30 de mayo de 3013).

"Si dar la vida por los amigos es la demostración más grande de amor (ver Jn 15,13), Jesús ha ofrecido la Suya por todos, también por los que eran Sus enemigos, para transformar los corazones."

(Carta Encíclica Lumen Fidei, del Papa Francisco, # 16).

*Publicado el domingo 14 de julio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.854, p.4. 
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
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