y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Padeció

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 34

Dijo que debía padecer.

No dijo que era algo que podía o no suceder.

Cuando Jesús se refirió a Su Pasión, dejó claro que padecería (ver Lc 9, 22; 24, 26.46).

Y surge la pregunta: ¿por qué Jesús tuvo que padecer?

Porque para redimirnos tuvo que asumir en todo, excepto en el pecado, nuestra condición humana, y el sufrimiento es parte inherente de nuestra condición humana.

Dice monseñor Novelo Pederzini, en su estupendo libro ‘Para sufrir menos, para sufrir mejor’, que “los seres humanos se dividen en dos categorías: los que ya han sufrido y los que van a sufrir” (p.9)

Es que en mayor o menor medida, tarde o temprano todos sufrimos.

Por eso Jesús quiso tomar sobre Sí todos nuestros sufrimientos, hacerlos Suyos.

Y así, supo lo que es tener hambre, sed, sentirse agotado, perder seres queridos, llorar, ser criticado, malinterpretado, injustamente juzgado.

Supo lo que lastima la mentira, la traición, el abandono, ver caer o sufrir a quien uno ama.

Conoció el miedo, más aún, el pavor, la angustia mortal; sufrió la frustración de no ser escuchado, la tremenda injusticia de ser condenado siendo inocente.

Soportó burlas, empujones, azotes, escupitajos, que lo despojaran de sus vestiduras frente a todos, que lo sometieran a la extrema tortura de ser crucificado (se han publicado numerosos informes médicos acerca de lo que sufrió Cristo en la cruz, fue algo realmente espantoso. Puedes leer uno AQUÍ).

¡En verdad hizo Suyo nuestros sufrimientos!

¿Qué implica para nosotros que Jesús haya padecido?

Por una parte, nos da la certeza de que no hay dolor nuestro que Él no haya sentido en carne propia, y que nada de lo que padecemos le es ajeno ni indiferente.

Al que sufre le puede decir: ‘sé por lo que estás pasando’, no sólo porque conoce lo que hay en el corazón de cada uno, sino porque Él lo padeció todo primero.

“Dios ha penetrado en lo más profundo del dolor humano. Desde entonces ya nadie puede decir: ‘Dios no sabe lo que yo sufro’...” (Youcat # 101).

Y cabe añadir, que lo padeció por todos, para rescatarnos a todos.

“No hay ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo” (CIC 605).

Por otra parte, el que Jesús haya padecido nos permite unir nuestro sufrimiento a los Suyos y participar así de Su obra redentora. (ver CIC 1505).

Y es que así como Cristo nos redimió padeciendo, si nosotros le ofrecemos lo que padecemos, nos asociamos a Su sacrificio redentor.

Dice el Papa Juan Pablo II, en su extraordinaria Carta Encíclica ‘Salvífici Doloris’, sobre el sentido cristiano del sufrimiento, que algo que agobia a quien padece, es no hallarle sentido a su dolor, pero que quien ofrece su sufrimiento a Cristo, realiza un ‘servicio insustituible’, pues "en la lucha 'cósmica' entre las fuerzas espirituales del bien y las del mal...los sufrimientos humanos unidos al sufrimiento redentor de Cristo constituyen un particular apoyo a las fuerzas del bien, abriendo el camino a la victoria de estas fuerzas salvíficas." (SD 27).

¡Esto abre una posibilidad maravillosa a esos enfermitos y ancianitos que tal vez ya no pueden ni pararse de la cama y sienten que su vida no vale nada!

Les permite descubrir que su aportación es ¡valiosísima!, que lo que están padeciendo tiene sentido, y que su sufrimiento, unido al de Cristo, está contribuyendo nada menos que a ganarle la batalla al mal. ¡No poca cosa!

Ahora bien, cabe aclarar que no se trata de buscar sufrir, sino de ofrecer lo que inevitablemente nos toca sufrir.

Y hay que tener también muy claro que no es el sufrimiento en sí lo que redime, sino el amor con el que Cristo aceptó y vivió Su sufrimiento.

“El ‘amor hasta el extremo’ es el que confiere su valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida.” (CIC 616).

Cuanto padezcamos puede conducirnos a la locura o a la santidad, todo está en si dejamos que nos agobie y desespere o si sabemos unirlo a lo que padeció Cristo, le hallamos así su sentido redentor, lo aceptamos con gratitud y se lo ofrecemos con amor.

Para profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica # 606-623; 1503-1505.

(Continuará...’El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: ‘Y fue sepultado’

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

Lee Is 53, 3-5; 1Pe 2, 21-25; ¿A qué te mueve saber que Cristo padeció por ti?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Por qué lo que Cristo padeció puede dar sentido a nuestro sufrimiento?

Respuesta del Catecismo:

“Los cristianos no tienen que buscar el dolor, pero cuando enfrentan un dolor que no se puede evitar, éste puede cobrar sentido para ellos si unen su dolor al del Cristo...

En la fe podemos aceptar nuestro propio dolor y compartir el ajeno. De este modo el dolor humano se hace uno con el amor redentor de Cristo y con ello se hace parte de la fuerza divina que transforma el mundo hacia el bien.”

(Youcat # 102)

Lo dijo el Papa:

Lo dijo el Papa:

“Lo necesario es salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los hermanos necesitados, de los enfermos, los ignorantes, los pobres, los explotados.

Porque es ahí donde reconocemos las llagas de Jesús, que aún están presentes en la tierra. Más aún: la oración auténtica es un salir de nosotros mismos hacia el Padre en nombre de Jesús, es un éxodo de nosotros mismos que se realiza precisamente con la intercesión de Jesús, que ante el Padre le muestra sus llagas. Todo esto nos da confianza, nos da la valentía de rezar, porque, como escribía el apóstol Pedro, “Sus heridas nos han curado” (1Pe 2, 24).

Éste es el nuevo modo de rezar: con la confianza, con la valentía que nos da la certeza de que Jesús está ante el Padre y le muestra Sus llagas; pero también con la humildad para reconocer y encontrar las llagas de Jesús en sus hermanos necesitados. Ésta es nuestra oración en la caridad”

(Papa Francisco, homilía pronunciada en la capilla de Sta. Martha, 11 mayo 2013).

 

*Publicado el domingo 7 de julio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.853, p.4. 
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
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