y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Fue crucificado

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 32

Todos los días vemos la cruz, tal vez en alguna pared de la casa, en el presbiterio de una iglesia, en un cementerio, o colgando del cuello de alguien.

Hay quien la considera un simple objeto decorativo, e incluso la banaliza al grado de convertirla en ‘accesorio’ y usarla como arete o ‘adorno’ que se porta por ‘moda’, por motivos estéticos, no religiosos.

No nos acostumbremos tanto a ver la cruz, que pasemos por alto lo que ésta significa.

Cuando en el Credo proclamamos que Jesucristo “fue crucificado”, estamos llamados a contemplar “al que traspasaron” (Jn 19,37; Zac 12, 10) y considerar la causa y consecuencia de Su sacrificio.

Benedicto XVI toca este tema, con su característica luminosa profundidad y sencillez, en su extraordinario libro ‘Introducción al Cristianismo’.

Dice el Papa que se suele pensar que por estar infinitamente ofendido por el pecado del hombre, Dios, en Su severa justicia, exigió el sacrificio de Su propio Hijo, pero pensar así vuelve inverosímil el mensaje cristiano del amor.

Dice que la cruz es "expresión del amor radical que se da plenamente", que a diferencia de lo que plantean las religiones no cristianas, según las cuales los hombres han de realizar sacrificios para expiar sus pecados y contentar a la divinidad, el cristianismo supone una revolución, una visión completamente distinta: no es el hombre quien se acerca a Dios para ofrecerle un don que restablezca la relación, es Dios que se acerca al hombre para darle un don.

"En Cristo, 'Dios reconcilia el mundo consigo mismo' (2 Cor 5,19); cosa inaudita... Dios no espera a que los pecadores vengan a Él y expíen, Él sale a su encuentro y los reconcilia. He ahí la verdadera dirección de la encarnación, de la cruz."

Dice el Papa que por ello, adorar a Dios consiste en darle gracias, en aceptar Su don, en decirle 'sí' al amor, en unirnos a Él.

¿Cómo podemos unirnos a la cruz de Cristo?

Un modo privilegiado es la participación en la Eucaristía.

En la Misa “el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual...

...En la Eucaristía, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz y la sangre misma que ‘derramó por muchos...pera remisión de los pecados’ (Mt 26, 28)...

La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial (es decir, un acontecimiento que pasa por encima del tiempo y del espacio y se hace presente, se actualiza en el hoy) y aplica su fruto” (Catecismo de la Iglesia Católica #1364-1366).

Cada vez que participamos en la Eucaristía, es como si estuviéramos al pie de la cruz, con María y Juan y María Magdalena, participando de ese único momento en el que Cristo dio Su vida para salvarnos. (ver CIC 1366-1367).

Hay quien piensa equivocadamente que los católicos creemos que en cada Eucaristía se repite el sacrificio de la cruz; incluso hay un canto de moda, ‘Jesús amigo’ que dice, erróneamente: ‘me vuelves a salvar como lo hiciste en la cruz, en cada Misa repites Tu sacrificio’. ¡Qué disparate! ¡Jesús nos salvó una sola vez, y en cada Misa no se repite Su sacrificio, se actualiza! (en dado caso debería decir: ‘me vienes a salvar...en cada Misa renuevas Tu sacrificio’).

En la Eucaristía la Iglesia se une a la intercesión de Cristo, se ofrece con Él.

“En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo.

La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo, se une a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo” (CIC 1368).

También nos unimos a la cruz de Cristo cuando aceptamos Su invitación a seguirlo llevando nuestra cruz de cada día (ver Mc 8,34), es decir, cuando nos atrevemos a vivir como cristianos en un mundo que se rige por criterios opuestos a los de Cristo, cuando todo lo que nos toca vivir lo unimos a Su sacrificio redentor, lo aceptamos con gratitud y se lo ofrecemos con amor.

Para profundizar en este tema, lee en el Catecismo de la Iglesia Católica #440; 613-623; y medita en 1Cor 1, 17-25;

(Continuará...’El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: ‘En tiempos de Poncio Pilato’
¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

Medita en lo que significa poder afirmar: Jesús “me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gal 2, 20).

 

Pregunta del Catecismo:

Pide Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” (Lc 9, 23). ¿Qué significa tomar la cruz?

Respuesta del Catecismo:

“Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. “ (Catecismo de la Iglesia Católica # 1741).

“Al llamar a Sus discípulos a tomar Su cruz y seguirlo (ver Mt 16, 24), Jesús quiere asociar a Su sacrifico redentor aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica # 123).

“El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe vivir de ella, sino también profesarla con firmeza y difundirla: ‘Todos...vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia’...” (Catecismo de la Iglesia Católica #1816)

“El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual” (Catecismo de la Iglesia Católica #2015)

Lo dijo el Papa:

“¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con Su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios.

Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo, lo debe dejar. Mi abuela nos decía a los niños: el sudario no tiene bolsillos.

Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la Creación.

Y también –cada uno lo sabe y lo conoce– nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la Creación.

Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en Su Resurrección.

Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz.

La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho Él aquel día de su muerte.” (Papa Francisco, homilía pronunciada el 24 de marzo de 2013).

*Publicado el domingo 23 de junio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.851, p.4. También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx).
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