y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Jesucristo

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 13

¿Qué motiva a alguien a ponerle cierto nombre a su recién nacido?

Las razones más comunes incluyen que así se llama su papá, mamá, un pariente, un famoso; que suena bien; tiene bello significado; está de moda; corresponde al santo del día en que nació; viene en el calendario (aunque por seguir esta costumbre alguien le puso a su niño Aniv Rev, abreviatura de ‘Aniversario de la Revolución’).

Nadie elige un nombre previendo lo que será de ese niño, pues no se puede predecir el futuro.

Sólo Dios, que está por encima del tiempo y del espacio, puede otorgar un nombre que anuncie la misión que cumplirá quien lo reciba.

Dos ejemplos: En el Antiguo Testamento, al patriarca al que prometió una descendencia numerosa como las estrellas del cielo, Dios le puso ‘Abraham’, que significa ‘padre del pueblo’ (ver Gen 17, 5).

Y en el Nuevo Testamento, cuando Jesús nombró a Simón la roca sobre la que fundaría Su Iglesia, le cambió el nombre a ‘Pedro’ (ver Mt 16, 18).

Los nombres en la Biblia son profundamente significativos, y el de Jesucristo lo es de manera especial.

Para descubrirlo, hay que empezar por saber que está formado por dos palabras: Jesús y Cristo.

Jesús viene del hebreo ‘Yeshua’, que quiere decir: ‘Yahveh salva’, o ‘el Señor salva’.

Cristo es la traducción griega del hebreo ‘Mesías’ (Mashiaj), que significa ‘ungido’. En Israel se ungía con aceite la cabeza de quien era nombrado rey. Dios prometió enviar a Su ungido, a reinar eternamente sobre Su pueblo (ver 2Sam 7, 12-13.16; Lc 1, 31-33).

La unión de Jesús (el Salvador) y Cristo (el Ungido) expresa que ese rey eterno, ese Mesías que Dios prometió enviar a Su pueblo, vendría a salvarlo.

¿A salvarlo de qué? Los judíos pensaban que Dios enviaría un salvador a rescatarlos del dominio de los romanos; esperaban un libertador político, pero Dios envió a Jesús a liberarlos de algo infinitamente más importante: del pecado y de la muerte.

Se comprende que cuando Jesús realizaba exorcismos y los demonios le gritaban que sabían que Él era el Mesías, los hacía callar, porque no quería que se supiera, pues la gente no estaba lista para comprender la clase de liberación que había venido a traer (es lo que se conoce como el ‘secreto mesiánico’), (ver Mc 1, 24-25).

Nosotros, en cambio, ya lo sabemos.

Y nos alegramos por ello, como se alegraron los pastores cuando el Ángel les dijo: “Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor.” (Lc 1, 10-11).

Y cuando en el Credo afirmamos que creemos ‘en un solo Señor, Jesucristo’, proclamamos gozosos que Aquel a quien reconocemos como nuestro Señor, es decir, nuestro Amo, nuestro Dueño, no vino a dominarnos, a tiranizarnos, a convertirnos en siervos esclavos Suyos, sino todo lo contrario, vino a rescatarnos, a liberarnos, a salvarnos.

Una vez escuché a alguien decir: ‘¿qué es eso de la salvación?, me suena a naufragio y yo no soy un náufrago, no necesito que me salven’.

A lo cual cabe responder: Si hubiera que dar una muy concisa definición de lo que es la salvación, sería ésta: ‘pasar de la esclavitud a la libertad’.

Ser liberados de todo aquello que nos ata y no nos deja ser felices (los apegos, el pecado, el temor, la angustia, la desesperanza...), para así alcanzar la libertad de la que gozan los hijos de Dios.

Y la salvación más importante: la que nos libra de la muerte y nos permite alcanzar la vida eterna.

Nadie puede decir que no necesita ser salvado.

Y la buena noticia es que ¡tenemos un Salvador! Aquel que reina eternamente, Jesús, el Cristo, nuestro único Señor.   (Continuará...)

La próxima semana: 'Hijo único de Dios' ¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿Qué significa en tu vida que Jesús sea el Salvador?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Por qué Jesús es llamado Cristo?

Respuesta del Catecismo:

"... 'Cristo', en griego, y 'Mesías', en hebreo, significan 'ungido'. Jesús es el Cristo porque ha sido consagrado por Dios, ungido por el Espíritu Santo para la misión redentora (es decir, para redimirnos del pecado y librarnos de la muerte). Él es el Mesías esperado por Israel y enviado al mundo por el Padre." (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, # 82).

Lo dijo el Papa:

La “multiplicación de los panes y de los peces fue una clara revelación de que Jesús era el Mesías, hasta el punto de que inmediatamente después la multitud quiso llevarlo en triunfo y proclamarlo rey de Israel. Pero ésta no era la voluntad de Jesús, quien...afirma que ha sido enviado para ofrecer su propia vida, y que los que quieran seguirlo deben unirse a él de modo personal y profundo, participando en su sacrificio de amor... Al escuchar este discurso la gente comprendió que Jesús no era un Mesías, como ellos querían, que aspirase a un trono terrenal. No buscaba consensos para conquistar Jerusalén; más bien, quería ir a la ciudad santa para compartir el destino de los profetas: dar la vida por Dios y por el pueblo. Aquellos panes, partidos para miles de personas, no querían provocar una marcha triunfal, sino anunciar el sacrificio de la cruz, en el que Jesús se convierte en Pan, en cuerpo y sangre ofrecidos en expiación.” (Benedicto XVI, Ángelus del 19 de agosto de 2012).

*Publicado el domingo 30 de diciembre de 2012 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVI, n.827, p.4. También en la pag web de 'Desde la Fe' (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
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