y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Creo en un solo Señor

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 12

Estamos tan acostumbrados a usar la palabra ‘señor’ para dirigirnos o referirnos a cualquier ser humano del sexo masculino que no es niño ni joven, que tal vez se nos olvida lo que ese termino significaba antiguamente.

No era un título cualquiera; se aplicaba a alguien poderoso, que se hacía respetar, que tenía a su cargo un territorio, que tenía a su servicio empleados y esclavos que vivían pendientes de servirlo en todo.

Señor era sinónimo de amo, de dueño.

Y tener un señor, un amo, implicaba estar siempre dispuesto a servirle sin réplica ni demora en cuanto se le ocurriera mandar; y exigía ponerse a su disposición en forma exclusiva.

Jesús dijo: “no se puede servir a dos señores: porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro” (Mt 6, 24).

Es que, toda proporción guardada, a quien sirve a más de un señor le puede suceder como al portero de un condominio que recibe de distintos inquilinos órdenes que se supone debe cumplir en ese instante: uno quiere que le lave su coche; otro, que vaya por tortillas, otro que le compre el periódico y otro, que esté atento a ver si pasa el camión del gas. ¡Pobre hombre! no logrará cumplirles a todos, y si por atender a otros desatiende al más importante, probablemente será despedido.

Queda claro que sólo se debe servir a un señor, para poder prestarle toda la atención.

Y en ese sentido, se comprende también que en la Biblia se emplee el término ‘Señor’ para referirse a Dios.

¿Cómo sabemos que Dios es el Señor? Porque Él mismo se llamó así.

En la Biblia, en el Antiguo Testamento hay numerosas muestras de ello.

Por ejemplo, lo primero que dijo al darle a Moisés los mandamientos fue: “Yo soy el Señor, tu Dios” (Ex 20,1).

Y cuando le dio unos preceptos que debía comunicar al pueblo, decía, a manera de rúbrica al final de cada uno: “Yo soy el Señor” (ver Lev 19, 1-37).

En el Nuevo Testamento se da a Jesús el título de Señor.

Cuando estaba en el seno de María y ella fue a visitar a su prima Isabel, ésta se preguntó: “¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme?” (Lc 1, 43).

Y a lo largo de los Evangelios, el libro de los Hechos de los Apóstoles, las cartas de san Pablo, san Pedro, Santiago, etc. una y otra vez se le llama a Jesús el Señor. (ver Mt 7, 21-22; Jn 13,13-14; 20,28; Hch 2,21; 1Cor 12,13; Flp 2,11).

Llamar ‘Señor’ a Dios tiene al menos dos implicaciones:

  1. Reconocerlo como nuestro Dueño, con derecho de pedirnos y esperar que cumplamos Su voluntad.
  2. Reconocer que nos corresponde obedecerle, servirle, darle gusto.

Llegamos así a la frase del Credo que aquí nos ocupa. Creo en un solo Señor.

¿Qué significa?

Como ya se ha mencionado aquí, la fe no consiste sólo en creer que existe Dios, sino en obedecerle. Decir ‘creo’ no sólo indica que creemos que Él existe, sino que nos adherimos a Él.

Y decir ‘Creo en un solo Señor’, expresa no sólo que sabemos que es nuestro Señor, nuestro Amo, nuestro Dueño, y que le debemos obediencia, sujeción, lealtad, sino, sobre todo, que no queremos tener otros señores, que no queremos tener el alma dividida, que deseamos servirle sólo a Él.

Se trata de una afirmación muy comprometedora que exige coherencia para respaldarla.

No podemos decir que creemos en un solo Señor, si servimos a otros señores (como el señor dinero, poder, sexo, droga, alcohol...), porque entonces nos sucedería como al portero aquel, que por querer quedar bien con muchos inquilinos, queda mal con el ‘mero mero’ al que debía haberle interesado complacer.

Además, cuando servimos a esos señores, quedamos agotados, vacíos, en cambio servir al Señor nos hace plenos, nos deja felices, y es que no hay otro Amo mejor que Él, que nos ama tanto que no nos considera sus siervos, sino Sus amigos. (ver Jn 15, 15). 

(Continuará...)

La próxima semana: ‘Jesucristo’ ¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿En qué se nota en tu vida que crees en un solo Señor?

Pregunta del Catecismo:

¿Qué significa el título de ‘Señor’?

Respuesta del Catecismo:

“En la Biblia, el título de ‘Señor’ suele designar al Dios soberano. Jesús se lo atribuye a sí mismo, y revela su soberanía divina mediante su poder sobre la naturaleza, sobre los demonios, sobre el pecado y sobre la muerte, y sobre todo con su Resurrección.” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, #84).

Lo dijo el Papa:

“El himno de la Carta a los Filipenses ofrece dos indicaciones importantes para nuestra oración. La primera es la invocación «Señor» dirigida a Jesucristo, sentado a la derecha del Padre: él es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos «dominadores» que la quieren dirigir y guiar.

Por ello, es necesario tener una escala de valores en la que el primado corresponda a Dios, para afirmar con san Pablo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3, 8).

El encuentro con el Resucitado le hizo comprender que Él es el único tesoro por el cual vale la pena gastar la propia existencia.”

(Papa Benedicto XVI, Audiencia General, 27 jun 12).

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