y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

En un solo Dios

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 7

Aunque lo reconozca o no, en el corazón de todo ser humano hay una intuición religiosa, una sensación de que el mundo que le rodea está regido por la divinidad, por un ser poderoso, superior.

Y cuando el hombre por sí mismo trata de determinar cómo es ese ser superior se equivoca rotundamente.

Ahí tenemos el caso de tantas religiones antiguas que por ser producto de la imaginación humana, atribuían cualidades divinas a lo que no lo tenía, por ejemplo al sol, al mar, a un gato, a una vaca, o inventaban una serie de personajes fantásticos, por cierto con los mismos defectos de los seres humanos, a los que consideraban dioses. Y tenían muchos.

Y así vemos, por ejemplo, que egipcios, hindúes, griegos, romanos, incluso nuestros ancestros prehispánicos, creían en gran cantidad de dioses. Entonces cabe preguntar, ¿cómo fue que alguien llegó a la conclusión de que había un solo Dios?

La respuesta es que no fue una conclusión, fue una revelación.

Para comprenderlo cabe considerar lo siguiente: Si quieres saber algo de un ser inferior a ti, por ejemplo de un insecto, puedes adquirir un conocimiento muy completo con sólo observarlo, medirlo, disecarlo, analizar sus partes en el microscopio.

Si quieres saber algo acerca de un ser semejante a ti, puedes averiguar mucho con sólo mirarlo, pues si tiene, como tú, ojos, nariz, boca, orejas, manos, pies, puedes deducir que, al igual que tú, puede mirar, oler, hablar, oír, tocar, caminar. Claro que hay mucho que no podrías saber con sólo mirarlo, por ejemplo su nombre, su ocupación, su historia, pero basta que te comuniques con él para averiguarlo.

Pero cuando se trata de saber algo de Dios, un ser superior a ti, invisible, del que no conoces nada y del que sólo puede ver las huellas de Su presencia en lo que te rodea, no tendrías la menor posibilidad de conocerlo por tus propios limitados medios.

Fue lo que sucedió con los pueblos antiguos: lo intuían, pero lo desconocían, y por eso inventaban lo que se les ocurría y a cualquier cosa llamaban dios y se ponían a adorarle.

Hasta que Dios se dio a conocer. 
Eso marcó la diferencia. 
Permitió a los hombres entrar en contacto con Él, no como lo imaginaban sino como es en realidad. 
Los ayudó a descubrir que las religiones politeístas eran falsas, que no hay numerosos dioses, que sólo uno es el verdadero.
No fue una conclusión humana, fue una revelación divina.

Así pues, decir ‘creo en un solo Dios’ expresa que aceptamos lo que Dios ha revelado: que Él existe, y que no hay otro fuera de Él.

Expresa también que, con Su ayuda, queremos vencer una tentación que desde la antigüedad hasta nuestros días ha estado siempre presente en la vida humana: la de la idolatría, la de rendir culto a otros dioses, y no me refiero sólo a los de antiguas religiones paganas (que se han estado poniendo nuevamente de moda), sino a los que el mundo nos pone hoy delante: el dios poder, el dios dinero, el dios hedonismo, el dios frivolidad, el dios promiscuidad, el dios consumismo, el dios adicción, el dios rencor, el dios violencia y todos los demás dioses falsos ante los cuales es tan fácil postrarse cuando no se conoce al verdadero Dios.

Proclamar ‘creo en un solo Dios’ es atrevernos a declarar públicamente que rechazamos toda forma de idolatría, y que ni tenemos ni queremos servir a otros señores, porque sólo Dios es nuestro Señor. (Continuará...)

La próxima semana: ‘Padre’ ¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿En qué aspectos concretos en tu vida se nota que crees en un solo Dios?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Cómo sabemos que sólo hay un Dios?

Respuesta del Catecismo:

“Porque Dios se ha revelado al pueblo de Israel como el Único, cuando dice: ‘escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor’ (Dt 6,4), ‘no existe ningún otro’ (Is 45,22). Jesús mismo lo ha confirmado: Dios ‘es el único Señor’ (Mc 12, 29)...” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, # 37)

 

Lo dijo el Papa:

Dice san Pablo: “Huid de la idolatría” (1 Cor 10,14). Este llamamiento sigue siendo válido también hoy. ¿Acaso nuestro mundo contemporáneo no crea sus propios ídolos? ¿No imita, quizás sin saberlo, a los paganos de la antigüedad, desviando al hombre de su verdadero fin de vivir por siempre con Dios?

Ésta es una cuestión que todo hombre honesto consigo mismo se plantea. ¿Qué es lo que importa en mi vida? ¿Qué debo poner en primer lugar? La palabra “ídolo” viene del griego y significa “imagen”, “figura”, “representación”, pero también “espectro”, “fantasma”, “vana apariencia”.

El ídolo desvía de la realidad a quien le sirve, para encadenarlo al reino de la apariencia. ¿No es ésta una tentación propia de nuestra época, la única sobre la que podemos actuar de forma eficaz?”

(Benedicto XVI, homilía pronunciada en Paris, 13 sept 2008).

*Publicado el domingo 18 de noviembre de 2012 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVI, n.821, p. 4. También en la pag web de 'Desde la Fe' (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
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