y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Amor vs desamor

Alejandra María Sosa Elízaga*

Amor vs desamor

Perdonar el desamor, el desafecto es de lo más difícil.

Perdonar a ése que creías un gran amigo tuyo hasta que un cuate mutuo te cuenta que habla pestes de ti. Perdonar a esa amiga que se alejó sin dar explicaciones y ya no te habla; perdonar a esa persona cercana con quien creías tener una sólida relación y que de pronto te demuestra que el cariño no es mutuo. Perdonar que sin que hubiera habido pleito ni motivo aparente te hagan 'menos', te echen a un lado, te traten como nunca pensaste que lo harían.

Lo más difícil de saberse traicionado, defraudado, no querido, es luchar por no pagar con la misma moneda; esforzarse por no traicionar, no defraudar, no dejar de querer. Es como tener que atravesar por un desierto sin permitir que el despiadado sol te despelleje, te insole, te deshidrate.

La mayor parte de los conflictos interpersonales tiene la misma raíz: una -o ambas- de las partes se siente 'no amada'.  En los pleitos entre familiares o entre amigos nunca falta la queja de uno que siente que el otro no le correspondió como esperaba.  Surge entonces la tentación de devolver mal por mal. '¿No me habla?, no le hablo', ¿no cuento con él?, que no cuente conmigo.'  Detrás de esas actitudes hay un corazón lastimado que busca en el desquite la manera de sanar su dolor (y el dolor es mayor cuanto más cercana es la persona que lo inflige).  Lo malo es que por ese camino jamás lo conseguirá. Vengarse se parece a lanzar una pelota de barro: siempre te deja las manos llenas de mugre...

¿Qué hacer cuando se vive una situación semejante? 

En primer lugar tener el valor de aceptar con paz que no se puede forzar el cariño o la simpatía de la gente, que no podemos obligar a todos a querernos, perdonarnos o apreciarnos (dice el dicho mexicano: 'no soy monedita de oro pa' caerle bien a todos').

En segundo lugar, y esto es lo más importante, no permitir que los otros nos contagien sus actitudes negativas. Visualiza esto: el desapego de los demás hacia ti es como un viento helado que sopla y sopla contra una cabañita en cuyo interior arde un fuego que lo mantiene todo tibio e iluminado. Si alguien abre la puerta y permite que penetre el viento, se apagará el fuego y reinará el frío y la tiniebla.

No dejemos que otros extingan la llama de amor que el Señor ha encendido en nuestros corazones; no dejemos que la 'mala onda' de los demás nos convierta en personas 'mala onda' a nosotros. Tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas para que nuestro corazón se mantenga grande, abierto y flexible, no empequeñecido, cerrado ni endurecido.

¿Suena difícil? Lo es. Por ello requerimos indispensablemente la ayuda de Dios. Él sabe lo que es amar sin ser correspondido (San Francisco de Asís lamentaba: '¡el Amor no es amado!, ¡el Amor no es amado!'); Dios es 'el' experto en eso de mantenerse amando pase lo que pase.

La Biblia está llena de relatos que muestran cómo Aquel que es el Amor se enfrenta a nuestro desamor. Desde Adán hasta la cruz y desde ahí hasta el fin del mundo. Y ¿cómo reacciona? Con ¡redoblado amor!, con un amor desmedido, fiero, necio, que no está dispuesto a dejarse vencer.

Dios es ese papá de la parábola del hijo pródigo, que cuando éste regresa sale corriendo a darle un abrazo. Qué fácil hubiera sido que mientras el hijo estuvo fuera, el corazón del padre se hubiera ido llenando de decepción, de enojo, de justos reclamos.

Qué fácil que las murmuraciones y los chismes acerca de su hijo hubieran ido haciendo mella en el ánimo de este padre.  Pero no es así, todo lo contrario. Apenas lo ve venir -y no por casualidad, obviamente había estado atisbando el horizonte día y noche, esperando su regreso- lo abraza, lo besa y dispone que se celebre una fiesta.       

Sólo Dios es capaz de reaccionar así. Y sólo Él puede hacernos capaces de un amor semejante.Por eso, cuando sientas que alguien en tu vida te ha fallado, cuando te 'lluevan' las 'miradas que matan', te zarandeen oleadas de chismes o quien menos lo esperas te 'eche tierra', pídele al Señor que te ayude a poner  a ese mal tiempo, buena cara, y mientras todo se supera, le dé mantenimiento continuo a tu corazón para que no se achique ni se reseque; sus puertas se mantengan empecinadamente abiertas; en su interior brille Su luz y jamás se deje de preparar la fiesta...

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Vida desde la fe”, Col. ‘Fe y Vida’, vol. 1, Ediciones 72, México, p. 193).

Publicado el domingo 11 de septiembre de 2022 en la pag web y de facebook de Ediciones 72