y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

La Vigilia Pascual

Alejandra María Sosa Elízaga**

El sábado santo por la noche se lleva a cabo una celebración de tal significado y belleza que se le considera la mayor de todas, la más impactante, la más emotiva, un verdadero regalo para el alma: la Vigilia Pascual, en la que celebramos la Pascua, es decir: el “paso” de Jesús de la muerte a la vida.

La Iglesia se viste de blanco, se llena de flores, de símbolos de vida.

No se trata de una Misa común, sólo que más larga, sino de una fiesta ¡muy especial! que dura varias horas (se aconseja no llevar niños, que se cansan e inquietan).

Consta de cuatro partes:

1.- Lucernario

Está indicado que la ceremonia inicie cuando esté oscuro, pues con luz de día se pierde el significado de la primera parte.

Una vez reunida la gente en la iglesia se apagan todas las luces.

Se te invita a sentir la oscuridad y darte cuenta de cómo te afecta: no puedes salir sin tropezar o perderte; no ves a los que están a tu lado; no te ves ni a ti mismo.

La oscuridad representa el pecado: lo que te hace perder el camino y te aparta de los demás; representa el mal, la muerte.

Si el mundo fuera sólo tiniebla nada sobreviviría. ¡Ah!, pero no es así, hay esperanza. Se enciende un gran fuego, que representa la vida.

El sacerdote bendice el fuego; luego toma un cirio y le traza una cruz, para significar que representa a Cristo; traza respectivamente arriba y abajo de la cruz las letras “alfa” y “omega” con las que comienza y termina el alfabeto griego, como símbolo de que Cristo es nuestro principio y nuestro fin.

Y en cada uno de los ángulos de la cruz pone los números de este año: 2006. Luego incrusta en el cirio cinco granos de incienso, uno por cada llaga de Jesús en la cruz.

Entonces enciende el cirio con la llama del fuego, se dirige a la entrada de la iglesia, y sosteniendo el cirio en alto va avanzando mientras canta “¡Cristo, luz del mundo!” y todos responden: “¡Demos gracias a Dios!.”

Es impresionante ver cómo esa sola llamita del cirio rompe la negrura. Es la luz de Cristo que derrota toda tiniebla en nuestra vida.

Cuando el cirio llega al frente se comunica su luz a todos los asistentes y entonces se ve cómo esa sola llama compartida va iluminándolo todo hasta que toda la iglesia resplandece.

Es verdaderamente conmovedor: comprender que no hay situación por más negra o irremediable que parezca que no pueda ser iluminada por la luz del Señor.

Entonces, se incensa el altar, el cirio, la cruz, y un cantor entona el pregón pascual, canto que nos llega desde los orígenes del cristianismo y nos llama a alegrarnos en esta “noche tan dichosa” en que Cristo ha vencido a la muerte. 

Terminado el pregón pascual, da comienzo la segunda parte de la celebración.

2.- Liturgia de la Palabra

Como un padre reúne a sus hijos para mostrarles el álbum de familia y contarles anécdotas que les ayudan a entender su propia historia, nos reúne el Padre para contarnos la historia de Su amor por nosotros.

Se proclaman siete lecturas del Antiguo Testamento, a cada una de las cuales se responde con un Salmo y una oración.

(Es una pena cuando dizque para “no cansar a la gente” se suprimen algunas, ¡se priva a los asistentes de recibir un verdadero apapacho del alma, oír decir a Dios desde cuándo nos ama; escuchar Sus promesas, recibir Su invitación!).

Todo lo que estas lecturas anuncian se cumple en Jesús.

Cuando terminan se proclama un texto del Nuevo Testamento que habla de Jesús.

Pero para hacer la transición entre aquellas lecturas que apenas prometen, y ésta que habla de cumplimiento, la Iglesia lanza un grito de júbilo: el Gloria, (que no se había cantado durante la Cuaresma), enciende todas las luces y echa al vuelo todas las campanas.

Celebra así al Resucitado del que habla San Pablo en su carta.

Luego de esta Lectura y antes de que se proclame el Evangelio que da la noticia más sensacional de toda la historia, nuevamente se escucha un canto gozoso: el Aleluya (que tampoco se cantó durante la Cuaresma).

Viene entonces el solemne relato de la Resurrección, el hecho fundamental de nuestra fe, el que le da sentido a nuestro ser cristiano: “¡Resucitó!, ¡lo prometió y cumplió!, ¡Cristo venció a la muerte y vive para siempre!"

3.- Liturgia Bautismal
Con el Bautismo morimos al pecado y renacimos a la vida nueva de los hijos de Dios.

Por eso en esta noche que celebra la vida resulta bellamente significativo que reciban el Bautismo los catecúmenos (personas que se han preparado durante la Cuaresma para recibir los Sacramentos de iniciación y entrar a formar parte de la gran familia del Padre, en la Iglesia Católica).

Para darles la bienvenida los encomendamos, mediante la “letanía de los santos” a la oración de quienes ya gozan en el cielo de la presencia de Dios.

Después se bendice el agua de la pila bautismal con un gesto muy significativo: se introduce en ella el cirio, para significar que la penetra y la fecunda para que dé abundantes hijos de Dios.

Entonces se pide a los catecúmenos que hagan pública su renuncia a Satanás y su profesión de fe, después de lo cual son rociados con el agua bautismal y ungidos con el santo crisma.

También reciben el Sacramento de la Confirmación, los dones y carismas del Espíritu Santo que los ayudan a vivir cristianamente.

A continuación todos los ahí reunidos encienden de nuevo sus velas y hacen también su renuncia a Satanás y su profesión de fe (cabe comentar que aunque el padre pregunta en plural: “¿renuncias ustedes...?”, se responde individualmente: “sí renuncio”; no se dice: “sí renunciamos”, puesto que nadie puede renunciar en nombre de otros.)

Entonces el celebrante y los ministros rocían a todos los presentes con el agua bautismal.

¡Qué delicia recibir esta aspersión que nos refresca por fuera y por dentro!

Es una bella costumbre llevar un poco de esta agua bendecida en Pascua para rociar con ella nuestra casa.

Pero, ¡ojo! no como superstición, sino para significar que queremos abrir nuestros hogares a la vida nueva que nos da Cristo, para que en ellos brille Su luz, reine Su paz y Su amor.

4.- Liturgia Eucarística
Es la última parte de la celebración.

Reunidos alrededor de la mesa del Señor, después de haber sido iluminados por Su luz, consolados por Su Palabra y rociados con el agua que nos da vida y nos recuerda que somos hijos de un mismo Padre, nos disponemos a compartir el Cuerpo y la Sangre de Aquel que murió en la cruz para redimirnos y resucitó para darnos vida eterna.

Esta parte se desarrolla como en todas las Misas: se llevan los dones al altar (el pan y el vino), se hace la oración sobre las ofrendas y la Plegaria Eucarística.

En esta noche se suele elegir la Plegaria llamada “Canon Romano”, que es la más antigua, en la que se menciona a los apóstoles, a los mártires, etc. y que es la que quizá mejor expresa el sentido de continuidad que hay entre esta celebración y todas las que se han venido realizando en la Iglesia Católica, ininterrumpidamente, desde que Cristo la fundó y la envió a proclamar la Buena Nueva a todo el mundo.

Terminada la Plegaria siguen los Ritos de Comunión: el Padrenuestro y el rito de la paz, que esta noche parecen cobrar nuevo significado: nos descubrimos aquí, en medio de hermanos con los que celebramos la vida, con los que hemos compartido la luz del Señor; nos sentimos llamados a no permitir que se pierda este sentido de fraternidad y este llamado a ser luz de la tierra una vez que salgamos de aquí y volvamos al mundo...

Recibir en esta noche la Comunión es saber que estás comulgando a Aquel que tiene el poder de alumbrar tu tiniebla, destruir tu pecado, derrotar la muerte. 

Comulgar es tener un encuentro personal con el Resucitado, con Aquel que te da Su perdón, Su palabra, Su misericordia, con Aquel que no vino a juzgarte ni a condenarte, sino a entregar Su vida por ti. 

Es encontrarte con Él para alabarlo, agradecerle cuanto ha hecho por ti, entregarte a Su abrazo y saber que si para Él no hay nada imposible, para ti no lo habrá tampoco si te abres de corazón a Su presencia en ti y lo dejas iluminarte, transformarte, enseñarte a vivir con la paz y el gozo que sólo Él puede darte.

Al terminar la celebración se añade una nota gozosa a la despedida: “Pueden ir en paz, ¡Aleluya, Aleluya”, a lo que se responde: “Demos gracias a Dios, ¡Aleluya, Aleluya!”


Domingo de Pascua

Alejandra María Sosa Elízaga*


“El Señor ha resucitado, ¡Aleluya!”


Es la frase de la antífona de entrada con la que comienza la Misa de este día en el que festejamos que Cristo venció a la muerte y nos dio vida eterna.

Aunque anoche se llevó a cabo la gran fiesta de la Vigilia Pascual, no por eso hay que creer que ha disminuido el gozo o la solemnidad con que la Iglesia celebra hoy la Resurrección del Señor.

Vestida de blanco y llena de flores, emplea también símbolos muy elocuentes: en lugar del acto penitencial, se nos invita a renovar, como anoche, las renuncias a Satanás y nuestra profesión de fe, y también hoy se nos rocía con el agua bendita, símbolo de nuestro Bautismo, que nos renueva y purifica.

Las Lecturas nos ofrecen el testimonio de Pedro acerca de la Resurrección de Jesús y la exhortación de San Pablo a captar lo que ello significa en nuestra vida, y antes de la proclamación del Evangelio en el que se narra el momento estremecedor en el que los apóstoles encontraron el sepulcro vacío, se proclama la “Secuencia de Pascua”, que expresa bellamente alabanzas y súplicas al Resucitado.

Como anoche, todo en esta celebración nos habla del gozo de saber que Cristo ¡vive para siempre!

Cabe mencionar que como la Resurrección del Señor es algo tan grande que no cabe celebrarla en un solo día, la Iglesia alarga este domingo durante ¡toda una semana! y celebra cada día como si fuera hoy, Domingo de Resurrección.

Es la llamada “Octava de Pascua”, dentro de la cual todos los días se canta el Gloria, y, si se desea, la “Secuencia de Pascua”

Esta “Octava” está incluida dentro de lo que se conoce como “Tiempo Pascual”, que abarca cincuenta días, desde hoy hasta Pentecostés (que en este año se celebra el domingo 4 de junio). 

Durante toda la cincuentena pascual se emplean ornamentos blancos; la Primera Lectura se toma del libro de los Hechos de los Apóstoles (que narra cómo los apóstoles fueron por todo el mundo a anunciar al Resucitado), se enfatiza el canto del Aleluya, en fin, se expresa de muchos modos el gozo de saber que nuestra vida tiene sentido y que la muerte no es el final...

Una propuesta para celebrar Pascua

La Pascua ha escapado a la comercialización que sufre la Navidad, pero lamentablemente se ha caído en el otro extremo y mucha gente se limita a celebrarla en la iglesia pero no en su casa.

Por ello, se propone aquí, como en alguna otra ocasión, que no se deje pasar desapercibida esta gran fiesta.

¿Qué hacer para celebrarla? 

He aquí algunas sugerencias:

1.- Decora tu casa con flores blancas (pueden ser de tela o de papel; que así como sacas los adornos navideños cada año, en Pascua saques los adornos de esta temporada)

También puedes poner tu cirio en algún lugar destacado de la casa, o decorar también con velas blancas.

2.- Piensa en un menú especial para este domingo

No tiene que ser caro ni muy elaborado.

Simplemente debe ser algo distinto, que no sueles comer durante el año y que se convierte en tu casa en el “platillo de Pascua”.

3.- Para celebrar en familia

Reúnanse en torno al cirio pascual; comenten que así como Cristo es Luz del mundo, cada uno es también luz para los demás.

Que alguien encienda una vela de la luz del cirio y todos le digan por qué es luz para esa familia: sus cualidades, las cosas buenas que tiene; luego esa persona pasa la vela a otro y todos le dicen a éste por qué es luz para la familia; es una ceremonia sencilla que los deja a todos sintiéndose portadores de la luz del Señor, amados y apreciados.

4.- Para celebrar en grupos eclesiales

Que cada uno lleve un cascarón de huevo vacío, decorado como se le ocurra (pintado, con papel pegado, etc. nada caro) y adentro le ponga un papelito con una frase bíblica que le guste mucho.

Se numeran los huevitos, se rifan los números y a cada quien le toca como regalo un simpático huevito de Pascua con un bello texto, tomado de la Escritura, para recordarlo y reflexionarlo siempre.

Seguramente a ti se te ocurrirán muchas otras ideas; ponlas en práctica y ¡a celebrar la Pascua!

Libros de esta autora se publican en:
Ediciones 72 www.ediciones72.com Tel: 56 65 12 61