y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Para juzgar a vivos y muertos

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 42

Esta frase del Credo despierta en los creyentes reacciones intensas y opuestas.

A muchas personas las aterra pensar en ser juzgadas por Dios.

Temen que les recuerde cuanto hicieron mal, y las mande al infierno.

Olvidan que Jesús no vino a condenar sino a salvar (ver Jn 3,17), que Dios es compasivo y misericordioso (ver Sal 103, 8-17), y que Jesús intercederá por nosotros ante Dios Padre (ver 1Jn 2,1).

Otras personas van al extremo opuesto; consideran que como Dios es Amor, es imposible que condene.

Piensan que lo del Juicio es simple amenaza para que nos portemos bien, pero ‘a la mera hora’ Jesús es tan misericordioso que salvará a todos, sin importar qué hayan hecho; será como uno de esos profesores ‘barcos’, que aprueban a todos sus alumnos, sepan o no la lección.

Pasan por alto que Dios no es sólo misericordioso, también es justo, y que no se comprendería Su misericordia sin Su justicia.

Dice la Iglesia: “el Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por Sus criaturas y que Su amor es más fuerte que la muerte” (CEC # 1041).

No hay argumento bíblico que respalde la idea de que todos se salvarán, y en cambio abundan las citas que advierten que seremos juzgados (ver Mt 16, 27); y que podríamos ser  condenados (ver Lc 13,23-28; Mt 13, 24-30.36-43).

Y no faltan quienes aguardan con vengativo regocijo el Juicio final porque anhelan que Jesús mande al infierno a todas las personas que les caen mal.

No captan que con esa mentalidad tan poco caritativa pueden acabar acompañándolas o incluso condenándose en lugar de ellas...

Hace falta comprender qué significa que Jesús “vendrá a juzgar”, pues ello permite aguardar Su venida con un sano temor y evitando actitudes que pongan en riesgo nuestra salvación.

Caber recordar que la Iglesia enseña que cuando morimos enfrentamos un juicio particular (ver Heb 9, 27).

Quienes mueren sin pecado mortal ni venial, por ejemplo, los santos, pasan a gozar de la presencia de Dios. Es lo que llamamos ir al cielo.

Quienes mueren en amistad con Dios, (es decir no en pecado mortal), pero tienen faltas que deben expiar, pasan por el Purgatorio, un estado de purificación del alma, que les permite alcanzar la santidad requerida para entrar en el cielo (el ‘traje de fiesta’ del que habló Jesús en la parábola, ver Mt 22,2-14).

Tienen la seguridad de que irán al cielo (para seguir el ejemplo escolar, saben que ¡fiuf!, pasaron ¡de ‘panzazo’!), pero sufren, porque ya quisieran estar ahí. Podemos y debemos ayudarlas, ofreciendo diario por ellas las indulgencias plenarias que la Iglesia concede.

Quienes mueren en pecado mortal, sin arrepentirse, eligen así vivir la eternidad sin Dios.

Entrarán a la condenación eterna, lo que llamamos infierno, que es el horror sin fin de vivir en la tiniebla, sin amor, alegría, esperanza o consuelo, sumidos para siempre en su ira, odio, rencor, amargura, desesperación.

Ahora bien, cuando en el Credo se dice que Jesús vendrá “a juzgar a vivos y muertos”, se refiere a lo que la Iglesia llama el ‘Juicio Universal’, que tendrá lugar cuando venga Jesús por segunda vez, al final de los tiempos.

Dice la Iglesia que serán revelados “los secretos de los corazones... así como la conducta de cada uno con Dios y con el prójimo. Todo hombre será colmado de vida o condenado para la eternidad, según sus obras.” (Compendio de la Iglesia Católica #135).

¿Cómo prepararnos para ese momento?

Desde luego con gozosa esperanza. Será ¡el anhelado regreso de nuestro mejor Amigo!, ¿cómo podemos temer Su venida?

Y aunque es verdad que conoce nuestras faltas, Su intención no es condenarnos.

Muestra de ello y para seguir con el ejemplo escolar, es que no sólo ya nos contó el tema del ‘examen’, para que podamos prepararnos debidamente y aprobarlo, sabiendo como dijo san Juan de la Cruz, que ‘seremos examinados en el amor’, en el amor a Dios y a los hermanos; en lo que hicimos o dejamos de hacer por ellos (ver Mt 25, 31), sino que nos reveló la fórmula para lograr que no se tomen en cuenta nuestros errores, y obtengamos calificación sobresaliente.

Ya depende ahora de nosotros aprovechar dicha fórmula y aplicarla desde hoy: “Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5, 7).

Para profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica, #678-682; 1022; 1038-1041;

(Continuará... ‘El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: ‘Y Su Reino no tendrá fin’

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿De qué manera te preparas para cuando Jesús venga a "juzgar a vivos y muertos?"

 

Pregunta del Catecismo:

¿Qué juzgará Jesús cuando venga al final de los tiempos?

Respuesta del Catecismo:

"Jesús anunció en Su predicación el Juicio del último Día. Entonces se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones... La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: ‘Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis’ (Mt 25, 40)

Jesús "no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en Él.

Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo; es retribuido según sus obras y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor"

(Catecismo de la Iglesia Católica #678-679).

Lo dijo el Papa:

"Seremos juzgados por Dios según la caridad, según como lo hayamos amado en nuestros hermanos, especialmente los más débiles y necesitados.

Cierto: debemos tener siempre bien presente que nosotros estamos justificados, estamos salvados por gracia, por un acto de amor gratuito de Dios que siempre nos precede; solos no podemos hacer nada.

La fe es ante todo un don que hemos recibido. Pero para dar fruto, la gracia de Dios pide siempre nuestra apertura a Él, nuestra respuesta libre y concreta.

Cristo viene a traernos la misericordia de Dios que salva.

A nosotros se nos pide que nos confiemos a Él, que correspondamos al don de su amor con una vida buena, hecha de acciones animadas por la fe y por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, que contemplar el Juicio final jamás nos dé temor, sino que más bien nos impulse a vivir mejor el presente.

Dios nos ofrece con misericordia y paciencia este tiempo para que aprendamos cada día a reconocerle en los pobres y en los pequeños; para que nos empleemos en el bien y estemos vigilantes en la oración y en el amor. Que el Señor, al final de nuestra existencia y de la historia, nos reconozca como siervos buenos y fieles."

(Papa Francisco, Audiencia General, 24 abril, 2013).

*Publicado el domingo 15 de septiembre de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México.