y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Y por nuestra causa

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 31

‘Y ¿a mí por qué me echan la culpa si ni había nacido?’ - preguntó un joven a su mamá, cuando escuchó en una homilía que los causantes de que Jesús muriera en la cruz fuimos todos los seres humanos.

Al terminar la Misa su mamá acompañó a su hijo a la sacristía a pedirle al padre que le aclarara esa duda, y por el interés que esto despertó entre quienes estaban allí, que se acercaron a escuchar la explicación, fue evidente que es una pregunta que muchos se plantean, sobre todo porque cada vez que recitan el Credo, afirmamos que Jesucristo fue crucificado ‘por nuestra causa’.

Por ello vale la pena examinar qué significa dicha afirmación.

Solemos interpretarla como ese joven, en términos de culpa, consideramos que lo de ‘por nuestra causa’ es sinónimo de ‘por nuestra culpa’, es decir, que fue por nuestra culpa que Jesús fue crucificado. Y desde luego no se puede negar que si el ser humano no hubiera pecado, no hubiera necesitado ser rescatado del pecado y de la muerte. Más aún, tenemos que reconocer que nuestros pecados actuales causan nuevos sufrimientos a Cristo, como nos lo recuerda duramente san Francisco de Asís:

“Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal, ‘crucifican’ por su parte de nuevo al Hijo de Dios... Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los que lo crucificaron. Porque según el testimonio del apóstoles ‘de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de a Gloria’ (1Cor 2,8). Nosotros, en cambio, proclamamos que lo conocemos” (CIC 598).

Es pues, cierto, que fue a causa de nuestros pecados que Jesús fue crucificado. Pero no nos atoremos solamente en la culpa. Dice san Agustín: “¡Feliz culpa que nos mereció tal Redentor!”.

Al reconocernos pecadores, reconozcamos también que somos pecadores rescatados, pecadores amados; que Jesús vino a redimirnos porque nos ama. Recordemos que la palabra ‘causa’ indica una razón, pero también una motivación.

Y si examinamos la motivación por la que Jesús se dejó clavar en la cruz, nos encontramos con Su amor, con Su infinita misericordia.

La causa de que Jesús se dejara clavar en la cruz fue Su amor por nosotros.
Dice san Pablo: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rom 5,8).

Así lo enfatiza el Catecismo de la Iglesia Católica: 
“Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, los ‘amó hasta el extremo’ (Jn 13,1) porque ‘nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos’ (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, Su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: ‘Nadie me quita [la vida]; Yo la doy voluntariamente’ (Jn 10,18)...” (CIC 609).

Cuando se le pregunta a los creyentes a qué vino Jesús a este mundo, con frecuencia responden que vino a morir por nosotros, pero si esa fuera la única razón, hubiera podido cumplirla muriendo al nacer. No vino sólo a morir. Vino a amarnos hasta el extremo; Vino a amarnos y a invitarnos a seguirlo; a amarnos y a enseñarnos a amar.

Él, que dejó a Sus apóstoles sólo un mandamiento, el de amarse unos a otros como Él los amó (ver Jn 13, 34), vino a librarnos de todo aquello que nos impide o dificulta amar, vino a despejarnos la senda que conduce al Padre, camino que habíamos dejado perder, invadido por la maleza del pecado y del mal.

Somos la causa de que Jesús fuera crucificado, porque Él abrazó nuestra causa, nos ama tanto, le importamos tanto, que la hizo Suya, la consideró una ‘buena causa’, y por eso, nos hizo la inmerecida caridad de venir a rescatarnos de donde por nosotros mismos jamás nos hubiéramos podido salvar: del pecado, del miedo, del dolor, de la desesperanza, de la eterna oscuridad.

Para profundizar en este tema, lee en el Catecismo de la Iglesia Católica #598-605

(Continuará...’El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: ‘Fue crucificado’

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿A qué te mueve saber que Jesús fue crucificado por tu causa?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Cuál es la consecuencia de que Jesucristo fuera crucificado ‘por nuestra causa’?

Respuesta del Catecismo:

Jesús dio Su vida para nuestra salvación, para rescatarnos de la muerte, a la que estábamos destinados a causa del pecado.

Como “Jesús ofreció libremente Su vida en sacrificio expiatorio, es decir, ha reparado nuestras culpas con la plena obediencia de Su amor hasta la muerte. Este amor hasta el extremo (ver Jn 13,1) del Hijo de Dios reconcilia a la humanidad entera con el Padre.”

(Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, # 122)

Lo dijo el Papa:

“Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y en que Él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios...

...en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz.”

(Papa Francisco, homilía pronunciada el 24 de marzo de 2013)

*Publicado el domingo 16 de junio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.850, p.4. 
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
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