y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Profeta en tu tierra

Alejandra María Sosa Elízaga*

Profeta en tu tierra

En un curso de Biblia una señora mencionó que no comenta con su familia o amistades nada de lo que ahí lee o aprende, porque no quiere impacientar a su marido, vacunar a sus hijos o alejar a sus amigos, y alguien le dijo que antes pensaba igual que ella hasta que dos de sus hijos empezaron a frecuentar una secta, por lo que comprendió que tenía que superar su temor al qué dirán y ser más comunicativo de las cosas de Dios, especialmente con su familia. Así lo hizo y logró que sus muchachos aceptaran participar en un encuentro de jóvenes católicos, por lo que estaba muy feliz.

Otras personas del grupo admitieron estar en la misma situación de la primera.

Se vio entonces que muchos creyentes no se atreven a compartir su fe con quienes tienen más cerca, porque piensan que o no les van a hacer caso o van a caerles mal.

Para iluminar esta situación viene como anillo al dedo leer el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mc 6, 1-6) que "Jesús fue a Su tierra", es decir, donde se crió, donde tenía parientes y muchos lo conocían desde chiquito, y se puso a enseñar en la sinagoga.

Podemos suponer Su emoción por estar entre tantos rostros familiares y queridos, compartiendo Sus enseñanzas con gente con la que había convivido tantos años.

Hubiera sido de esperar una buena respuesta, pero nos cuenta san Marcos que "la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: '¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María?..." (Mc 6, 2-3).

Por lo visto el hecho de haber estado tan cerca de ellos no lo favoreció, al contrario, hizo que se resistieran a creer que ése que conocían, o creían conocer tan bien, fuera distinto a lo que pensaban, tuviera algo especial que ofrecerles.

Por eso observó Jesús: "Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa"(Mc 6, 4).

Era tanta la cerrazón de esta gente que dice san Marcos que Jesús "no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos," (Mc 6, 5). ¿Por qué dice que “no pudo” si Jesús es Dios y por lo tanto todo lo puede? Porque ese no poder no se refiere a Él sino a quienes estaban ahí.

Recordemos que en el Evangelio de la semana pasada, Jesús le dijo a la mujer: “tu fe te ha curado” (ver Mc  5,34) y que pidió al jefe de la sinagoga: “solamente ten fe”, y éste la tuvo y Jesús le devolvió la vida a su niña (ver Mc 5,36-43). En cambio ahora nos dice san Marcos que Jesús “estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente” (Mc 6, 6). Vemos pues que si no pudo hacer milagros fue porque no halló lo que siempre buscaba para realizarlos: corazones que los acogieran con fe.

Aquí no hubo más que corazones prejuiciosos, incrédulos, endurecidos; corazones muy semejantes a los que quizá muchos creyentes encuentran a su alrededor cuando quieren compartir con los suyos la Buena Nueva. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Mandar todo a volar?, ¿renunciar a dar testimonio cristiano?, ¿no hablar más con los allegados de las cosas de Dios?

Encontramos respuesta en la Primera Lectura, que narra lo que Dios dijo al profeta Ezequiel: "te envío para que les comuniques Mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos" (Ez 2, 4-5).

Llama la atención ese "te escuchen o no", uno pensaría que Dios no se va a tomar el trabajo de enviar a alguien de Su parte si piensa que no lo van a escuchar, pero lo hace.

Es que nunca deja pasar una oportunidad. Y nosotros estamos llamados a no dejarla pasar tampoco. Podemos aprender de Jesús: Por Él no quedó. Aprovechó bien el momento: dio Su enseñanza, curó a los enfermos y se retiró de allí. Habló lo que tenía que hablar, hizo lo que venía a hacer y se marchó, ¿fracasado? No. Confiado en que dejó sembrada semilla fértil. Su intervención fue breve, no impuso Su presencia, no se quedó a insistirles, pero el hecho de que las gentes le reconocieran sabiduría y se preguntaran de dónde le venía, era ya un comienzo, un motor que podía impulsarlas a buscar la verdad, y, por lo tanto, a encontrarse, tarde o temprano, con Él, que es la Verdad.

Este domingo la Palabra te invita a no desanimarte de antemano pensando que tus seres cercanos rechazarán que compartas con ellos tu fe. Compártela, pero oportunamente, con caridad y sin agobiar, por ejemplo, citando brevemente una bella frase bíblica, o haciendo notar la respuesta positiva que obtuvo una oración, o intercalando una expresión de alabanza o gratitud a Dios en una charla, en fin, atrévete a ser profeta en tu tierra, sembrando con prudencia pero también con audacia, la semilla del Reino, confiando en que, como leíamos en el Evangelio hace tres semanas, es tan fértil que producirá fruto, tarde o temprano, aunque tú no te enteres ni sepas cómo o cuándo.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Como Él nos ama”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo B, Ediciones 72, México, p. 101, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 7 de julio de 2024 en la pag web y de facebook de Ediciones 72