y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Nunca olvida Sus promesas

Alejandra María Sosa Elízaga*

Nunca olvida Sus promesas

Veinticinco años transcurrieron desde que Dios hizo a Abram cierta promesa, hasta que se la cumplió, según narra de manera my resumida la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Gen 15, 1-6; 21, 1-3).

Abram era un anciano de setenta y cinco años (ver Gen 12, 4), que no había tenido hijos con su esposa Sara, que era también de avanzada edad.

En el capítulo 12 del Génesis se narra que Dios se le apareció y le prometió que él y Sara tendrían un hijo. Era una promesa increíble, inverosímil, pero como venía de Dios, Abram la creyó. E hizo cuanto el Señor le pidió. Lo dejó todo: su patria, su casa, y, con su mujer, emprendió un viaje largo y dificultoso hacia la tierra desconocida a la que Dios lo envió.

Y mil peripecias le sucedieron en el camino. Y pasó un año, luego otro, cinco, diez, veinte, veinticinco, y ¡nada que se cumplía aquella promesa!

Tal vez nosotros no hubiéramos tardado tantos años antes de que nos entrara el desánimo, la desesperanza. Por mucho menos, mucha gente se impacienta, se molesta con Dios, le reclama que lleva días o semanas o meses pidiéndole algo y no lo obtiene. 
Pero Abram no era como mucha gente. Él nunca dejó de creer, de confiar.

Y por fin, ocho capítulos después, en el 21, nos enteramos del gozoso cumplimiento de la promesa de Dios. Cuando ya Abram tenía cien años, ¡cien años!, tuvo a su hijo Isaac con su esposa Sara (que ya también tenía, como decía mi mamá, qepd, bastante ‘juventud acumulada’).

Y Dios no les dijo a ellos, pero a nosotros, incrédulos, de seguro sí nos hubiera dicho: ‘ah, ¿verdad?, ¿que dijeron, ‘no cumplió’?, pues para que vean que sí cumplo, ahí está el heredero prometido.’

No es casualidad que en respuesta a la Lectura, el Salmo Responsorial proclame: “El Señor nunca olvida Sus promesas”.

Lo hizo entonces y lo sigue haciendo hoy.

Y si Él no se olvida, tampoco nosotros lo olvidemos.

Es que resulta fácil alabar a Dios cuando lo que prometió ya se cumplió. Lo alabamos, le agradecemos, y se fortalece nuestra confianza en Él.

Pero y si esa promesa tarda en cumplirse?, ¿le agradecemos también?, ¿lo alabamos?, ¿seguimos confiando en Él?

Dice el salmista:

Aclamen al Señor y denle gracias,
relaten Sus prodigios a los pueblos.
Entonen en Su honor himnos y cantos,
celebren Sus portentos
.”

Es importante recordar los prodigios, celebrar los portentos que el Señor ha realizado en favor nuestro, las muchas veces en que nos ha concedido lo que ha prometido: por ejemplo, el envío de Su Espíritu Santo para que nos consolara, nos recordara Sus Palabras, nos guiara hacia la verdad (ver Jn 14, 16.26; 16, 13), por ejemplo, volver nuestro yugo llevadero y nuestra carga ligera (ver Mt 11, 28-30).

Ello nos permite confiar en que así como cumplió Sus promesas en el pasado, así cumplirá lo que ha prometido y que todavía falta de cumplir, sean promesas que leemos en la Biblia: por ejemplo que va a ir a prepararnos un lugar para que estemos con Él (ver Jn  14, 2-3), que vendrá de nuevo al final de los tiempos (ver Mt 16, 27), que tendrá misericordia de quien sea misericordioso (ver Mt 5,7), que nos amará aunque no lo merezcamos (ver Os 14,5), que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (ver Mt 28, 20b), o sean promesas que ha hecho en revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia, por ejemplo, la que hizo a santa Margarita María Alacoque, de que quien se confiese, comulgue nueve primeros viernes de mes para reparar las ofensas al Sagrado Corazón de Jesús, recibirá la gracia de la perseverancia final; o la que hizo a santa Faustina Kowalska, de que recibirá no como Justo Juez, sino como Salvador Misericordioso a quien rece, o por el moribundo por quien se rece, la Coronilla de la Divina Misericordia.

Ahora que termina el año, convendría que tomemos un momento para leer en la Biblia, algunas de las promesas del Señor, luego recordar lo más significativo que nos haya sucedido en estos doce meses, reflexionar de qué manera aquello fue el cumplimiento de algo prometido por Dios, darle gracias y encomendarle con confianza el año nuevo, durante el cual hemos de tener siempre presentes las palabras del salmista: “Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de Sus promesas”

Publicado el domingo 31 de diciembre de 2017 en la pag web y de facebook de Ediciones 72.