y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

El encuentro

Alejandra María Sosa Elízaga*

El encuentro

Hay encuentros decisivos en la vida,  que lo cambian todo, luego de los cuales nada es igual porque marcan un 'antes de' y un 'después de', a partir de lo cual no se concibe volver a lo de antes.

Un encuentro así es el que nos narra el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Jn 1, 35-42).

Están con Juan el Bautista dos de sus discípulos, cuando pasa por ahí Jesús. El Bautista lo mira y dice: "Éste es el Cordero de Dios" y entonces sus dos discípulos comienzan a seguir a Jesús, que se da cuenta de que lo siguen y les pregunta qué buscan. Ellos le responden preguntándole dónde vive y Él les dice: "Vengan a ver". Van y se quedan con Él.

Habría tanto que comentar al respecto, pero conformémonos por lo pronto con tocar algunos aspectos muy significativos.

Los discípulos comienzan a seguir a Jesús porque escuchan que Él es el Cordero de Dios. No lo siguen porque Juan les haya dicho que  'éste es el que organiza muy buenas fiestas' o 'éste es el hombre más rico de la región' o ‘el más importante’. No. Lo siguen porque intuyen que es Aquel que puede rescatarlos de sus miserias, de sus pecados, de todo aquello que los ata y no los deja ser verdaderamente felices.

A diferencia de muchos que hoy podrían pensar que ni locos querrían ir detrás de alguien que los libre del pecado porque creen que el pecado es placentero y divertido, los dos discípulos se apresuran a seguir a Jesús porque no están buscando el placer o la diversión efímera, sino algo que en verdad sacie el anhelo más hondo de su corazón, el de hallar paz y gozo verdaderos.

Le preguntan dónde vive y Él no responde con evasivas, no los mantiene a distancia, los invita a ir a ver. Fiel a Su naturaleza amorosa el Señor está siempre dispuesto a invitar, a acoger, a facilitar la proximidad con Él. A nadie rechaza, a nadie quiere dejar fuera. Aún hoy no se cansa de seguir haciendo la misma invitación a quienes preguntan dónde vive: “Vengan a ver”, responde, por ejemplo, desde el Sagrario donde está realmente Presente, y siempre esperando que vayamos a verlo.

Qué alegría cuando Él toma la iniciativa y los invita ellos no se echan para atrás. No le salen con un 'no, si nomás estábamos preguntando', no se contentan con mantenerse a buen resguardo, sino que se aventuran a ir a Su casa, lo cual implica entablar con Él una relación muy cercana.

Y es que a Jesús no se le conoce de oídas, teóricamente, a través de lo que se ha leído en el catecismo o en algún librito piadoso. Es indispensable encontrarse con Él en persona. Seguirlo a donde vive.

Conmueve imaginar cómo sería el lugar que habitaba Jesús. Seguramente muy sencillo pero sin duda acogedor, con lo indispensable para poder recibirlos y que se sintieran a gusto quedándose ahí con Él. Dice san Juan que se quedaron ese día, pero nosotros sabemos que no pudieron separarse de Él ya nunca. Es que en ninguna parte se está mejor que a Su lado, no hay mejor compañía que la Suya.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Como Él nos ama”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo B, Ediciones 72, México, p. 28, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 14 de enero de 2024 en la pag web y de facebook de Ediciones 72