y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Amén

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 57

¿Cuándo decimos ‘amén’?

Solemos usar frecuentemente esta palabra, por ejemplo cuando nos persignamos, cuando terminamos de rezar, en Misa la cual decimos amén al menos una docena de veces, una de las cuales es al final del Credo.

Por lo visto es una palabra que pronunciamos muy seguido, pero ¿sabemos qué significa?

Puede traducirse como ‘así es’, ‘que así sea’, ‘es verdad’, ‘verdaderamente’.

En su libro ‘Introducción al Cristianismo’, el Papa Benedicto XVI dice: “La palabra 'amén' expresa la idea de confiar, fidelidad, firmeza, firme fundamento, permanecer, verdad”.

Así pues, cuando al concluir el Credo decimos ‘amén’, expresamos, por una parte, nuestra certeza de que todo lo que hemos proclamado en esta profesión de fe es cierto, es verdad, y, por otra parte, expresamos nuestra fe en dicha verdad, es decir, nuestra adhesión a todas las afirmaciones contenidas en el Credo.

¡Resulta muy comprometedor pronunciar este ‘amén!, porque no se trata simplemente de una palabra final, como podría ser el sonoro acorde con el que termina una obra musical; no es una palabra que se pueda decir de ‘dientes para afuera’, sino que es una especie de rúbrica con la que cada uno está asumiendo públicamente no sólo que considera absolutamente verdaderas todas las afirmaciones del Credo, sino que, en consecuencia, se adhiere a ellas, son los principios que rigen su vida, los firmes cimientos sobre los que edifica su existencia.

Cuando en la Misa nos ponemos de pie para proclamar el Credo asumimos no sólo una postura física, sino sobre todo nuestra postura como creyentes; revelamos públicamente que no estamos ahí como visitas, como turistas o peor como ‘acarreados’, sólo físicamente presentes, sino que reconocemos públicamente que pertenecemos a la Iglesia Católica, que somos miembros de esta familia y compartimos la misma fe. Y el ‘amén’ al final del Credo, expresa nuestro aval a todo lo que afirmamos en dicha profesión de fe.

Esto se nota claramente cuando en lugar de que se recite el Credo, el celebrante emplea la fórmula de preguntas y respuestas, al final de la cual dice: ‘Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Jesucristo nuestro Señor’ Y respondemos: ‘amén’.

Pronunciar el ‘amén’ al final del Credo exige coherencia.

Si realmente creemos en esas verdades, entonces debemos vivir en consecuencia.

Esto no es fácil en un mundo que se rige por valores distintos y aún opuestos a los nuestros; en un mundo en el que muchos creyentes claudican, se dejan llevar por la corriente, y a los que les da vergüenza reconocer y sobre todo vivir su fe (dicen algunos: ‘soy creyente pero no practicante’ -¿cómo se puede creer en algo y no vivir según aquello en lo que se dice creer?).

Pero no estamos solos en nuestra lucha por vivir conforme a nuestra fe. Contamos con la asistencia de la Iglesia, nuestra madre y maestra; la poderosa intercesión de María, Madre de Dios y Madre nuestra, y lo más importante de todo: contamos con la ayuda de Dios, al que amamos y adoramos, en Quien, como lo declaramos en el Credo, tenemos puesta nuestra fe y nuestra esperanza.

Contamos con Su amor y con Su gracia. Ello nos basta.

Para profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica, #1061-1065

Reflexiona y comparte:

¿A qué te compromete pronunciar el ‘amén’ al final del Credo?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Qué significa la palabra "Amén"?

Respuesta del Catecismo:

Significa: ‘así es’, ‘es verdad’, ‘verdaderamente’.

“En hebreo, Amen pertenece a la misma raíz que la palabra ‘creer’. Esta raíz expresa la solidez, la fiabilidad, la fidelidad. Así se comprende por qué el ‘Amén’ puede expresar tanto la fidelidad de Dios hacia nosotros como nuestra confianza en Él.” (Catecismo de la Iglesia Católica #1062)

Lo dijo el Papa:

“La fe cristiana está centrada en Cristo, es confesar que Jesús es el Señor, y Dios lo ha resucitado de entre los muertos (cf. Rm 10,9).

Todas las líneas del Antiguo Testamento convergen en Cristo; Él es el « sí » definitivo a todas las promesas, el fundamento de nuestro « amén » último a Dios (cf. 2 Co 1,20).

La historia de Jesús es la manifestación plena de la fiabilidad de Dios.

Si Israel recordaba las grandes muestras de amor de Dios, que constituían el centro de su confesión y abrían la mirada de su fe, ahora la vida de Jesús se presenta como la intervención definitiva de Dios, la manifestación suprema de su amor por nosotros.” (Papa Francisco, Carta Encíclica Lumen Fidei -‘La luz de la fe’-, #15).

*Publicado el domingo 29 de diciembre de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.879, p.4. También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx)

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