y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Qué nos aconsejaría san Juan Pablo II en esta pandemia? (segunda de 2 partes)

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Qué nos aconsejaría san Juan Pablo II en esta pandemia? (segunda de 2 partes)

En el artículo anterior, volvimos la mirada hacia san Juan Pablo II, cuyo centenario de nacido celebramos, y como él conoció en carne propia el sufrimiento, y con base en su Carta Encíclica ‘Salvificis Doloris’, sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, nos preguntamos qué consejos nos daría para enfrentar esta pandemia. Vimos el primero en el artículo pasado (bit.ly/3bLPuW3). Consideremos otros más:

Algo muy consolador que nos aconsejaría es recordar que al lado de Cristo sufriente estuvo siempre su Madre Santísima, compartiendo Sus sufrimientos (ver S.D. #25), por lo que haremos bien en encomendarnos a su maternal cuidado. Ella como Madre de Jesús y Madre nuestra sabe lo que necesitamos aún antes de que se lo pidamos, comprende como nadie nuestro dolor, e intercede compasiva por nosotros ante el Señor.

Quienes tienen seres queridos hospitalizados a los que no pueden ver, encomiéndenselos a Ella, que esté a su cabecera, y vele e interceda por ellos con su amorosa ternura.

También nos haría notar el Papa que aunque el sufrimiento que cada uno padece es único y personal, sin embargo nos hace semejantes a todos los que sufren (ver S.D. #8). Ello nos da 2 oportunidades.

La primera oportunidad es fruto de una gracia especial que viene como escondida dentro de todo sufrimiento. Dice el Papa “en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente al hombre a Cristo, una gracia especial.” (S.D. #26), a la que deben su conversión muchos santos. Dice que hay “madurez interior y grandeza espiritual en el sufrimiento”. En la práctica esto significa que cuando sufrimos, tenemos dos opciones, impacientarnos, desanimarnos, desesperarnos y volver nuestra vida, y la de quienes nos rodean, un infierno, o aprovechar para crecer en virtud, en santidad; ejercer la humildad, la paciencia, el dominio propio (ver Rom 5, 3-5); reflexionar sobre nuestra existencia; asumir la consecuencia de nuestras acciones y omisiones; reajustar nuestras prioridades; desarrollar empatía y compasión, pues hay quienes sufren igual o más que nosotros.

Eso nos lleva a la segunda oportunidad: que lo que sufrimos nos haga sensibles al sufrimiento de los demás, nos conmueva y mueva a hacer algo por ellos.

Dice san Juan Pablo II: “El mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa otro mundo: el del amor humano; y aquel amor desinteresado, que brota en su corazón y en sus obras, el hombre lo debe de algún modo al sufrimiento.”(S.D. #29).

Menciona valores morales fundamentales como la solidaridad humana y el amor cristiano al prójimo, y nos recuerda dos parábolas, la del buen samaritano (ver Lc 10, 30-37), y la del Juicio final en la que Jesús declara “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

Afirma el Papa que es esencial “en la perspectiva de la vida eterna de cada hombre, el ‘pararse’, como hizo el buen samaritano, junto al sufrimiento de su prójimo, el tener ‘compasión’ y finalmente el dar ayuda...El sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en la ‘civilización del amor” (S.d. # 30).

Esto implica no dejar que el encierro físico nos encierre en nosotros mismos, sino mirar

alrededor, ser conscientes de la necesidad de otros y hacer lo que esté en nuestra mano para ayudarlos.

Dice el Papa: “Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a quien sufre.” (S.D. #30), es decir, que cuando nos toca sufrir, hemos de aprovechar el sufrimiento para bien nuestro y de nuestros semejantes.

Termina el Papa pidiendo que con María, Madre de Cristo, que estaba junto a la cruz, nos detengamos ante todas las cruces del hombre de hoy (ver S.D.#31). Y que acudamos a Cristo, Redentor del hombre, Varón de dolores que ha asumido en Sí mismo nuestros sufrimientos morales y físicos, para que en el amor podamos encontrar el sentido salvador de nuestro dolor.

Publicado el domingo 24 de mayo de 2020 en la edición digital de 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, y en las pags web y de facebook de Ediciones 72