y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿De qué no debemos descansar?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿De qué no debemos descansar?

‘¿Te das cuenta de que el día comenzaba con el descanso?’

Me hizo esta pregunta un amigo, refiriéndose a que en la Biblia leemos que el día iniciaba al ponerse el sol (ver Ex 1,5.8.13.19.23.31).

Esto implica que una de las primeras cosas que la gente hacía al iniciar el día, era ¡descansar!

Reflexionábamos en la importancia que se da, y que de hecho tiene, el descanso.

En la Biblia dice que Dios descansó al terminar la Creación (ver Ex 2, 2-3), y que pidió a Su pueblo que al terminar la semana dedicara todo un día a descansar (ver Ex 20, 8-11).

Y es significativo que estaba muy bien especificado cómo descansar, qué se consideraba, y qué no se consideraba aceptable como descanso.

Convendría retomar esta última idea, y ya que probablemente tenemos muy claro de qué queremos descansar en estas vacaciones (del trabajo, del estrés, de la rutina, y tal vez hasta ¡de la suegra!), que tengamos claro también de qué no debemos descansar. Consideremos, por ejemplo:

1. No descansar de la comunicación con Dios

Teniendo tantas razones para alabar a Dios, agradecerle, escucharle, pedirle perdón; tantas intenciones urgentes por las cuales interceder, es no sólo magnífica costumbre, sino indispensable y fundamental no dejar la oración durante la vacación; tomar diario un rato para dialogar con Dios, y desde luego también rezar en familia, por ejemplo el Rosario durante trayectos en carretera, o caminando en la playa; rezar el Ángelus (toma dos minutos), y la Coronilla de la Misericordia. Jesús prometió grandes gracias a quien la rece, y el Papa Francisco recomendó rezarla en este Jubileo (sólo toma cinco minutos y viene paso a paso en: bit.ly/1WvcsqS ).

Y algo más: no conformarnos con decir: ‘estando de viaje, no me obliga ir a Misa’. Si estamos en un sito despoblado o donde no hay iglesias, no tenemos obligación de cumplir lo imposible, pero si podemos asistir a Misa, ¡nunca nos privemos de este encuentro de amor con el Señor! 

2. No descansar de amar al prójimo

A veces cuando la gente está de viaje donde nadie la conoce, se comporta de modo muy diferente a como lo hace en casa. 

En redes sociales circula un patético video, que muestra a un joven en la playa pateando a un vendedor ambulante. Dice: ‘por su molesta insistencia vendedor ambulante recibe su merecido’.
¿Merecido?, ¿alguien merece ser pateado? 

Por favor ¡nunca descansemos de amar y respetar a los demás! 

Y si vacacionamos en algún lugar donde detectamos una necesidad, busquemos el modo de ayudar.

3. No descansar del respeto a nosotros mismos

Hay quien aprovecha las vacaciones para perder todo control de sí mismo, alcoholizarse, drogarse, entregarse a toda clase de excesos, que no sólo le dejan una cruda física y moral, sino pueden tener graves consecuencias.

Para que nuestro cuerpo descanse no tenemos que abusar de nada, basta que le prestemos atención a esas legítimas necesidades que a veces pasamos por alto en el frenesí de la rutina diaria. Si tenemos sueño, dormir; si tenemos hambre, comer; beber suficiente agua; procurar, en la medida de lo posible, rodearnos y disfrutar de un bello paisaje y un ambiente de serenidad.

En estas vacaciones pidamos al Señor que nos ayude a diferenciar de qué sí, y sobre todo de qué no debemos descansar.

Publicado en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 17 de julio de 2016, p. 2